Callejeando por Valencia
En el último post hablé de que se avecinaba un verano raro. No os voy a engañar, ha sido raro, pero, al mismo tiempo, ha venido cargado de sorpresas. La pandemia nos está enseñando a vivir en el presente, a improvisar, a adaptarnos. Y aunque a mí siempre me ha gustado planificarlo todo mucho (puede que demasiado), mis semanas de vacaciones se han sucedido este verano en una desorganización sorprendentemente sincronizada. Qué necesario es a veces soltar el control y dejarse llevar... ¡tengo que practicarlo más a menudo!
Total, que desde hacía años tenía muchas ganas de conocer Valencia y lo único que me frenaba era la idea equivocada de que estaba muy mal comunicada con Zaragoza. Así que cuando mi hermana me dijo que había encontrado autobuses directos con horarios más que jugosos, no nos lo pensamos dos veces: buscamos un pequeño apartamento y nos marchamos cinco días a descubrir esta maravillosa ciudad mediterránea.
Fueron días de calor, humedad en el pelo y piernas cansadas al caer la noche. Días de coleccionar selfies en los retrovisores de las motos y, cómo no, días gatunos. Vimos bastantes gatos, tanto incrustados en las fachadas como con vida propia (en una ocasión, un graffiti saltó de la pared a la realidad, ¡a ver si lo encuentras entre las fotos!). Tampoco pudo faltar parada en la famosa casita de los gatos, una obra de Alfonso Yuste Navarro situada en la calle Museo que sirve de morada a los gatetes del barrio del Carmen y a la que no le falta detalle (tiene hasta el típico cartelito de "asegurada de incendios" ❤).
Si algo me gustó especialmente fue, sin duda, callejear por el barrio del Carmen. El arte urbano, las placitas y las tiendas con encanto hacen de esta zona un laberinto precioso en el que perderse. Además, Valencia es una ciudad para disfrutar mirando hacia arriba, tanto por los murales como por las fachadas. Hay edificios grandiosos allá donde mires: en los alrededores del ayuntamiento, en el barrio Ruzafa,... ¡y tampoco olvides echar un buen vistazo hacia arriba si entras a la Iglesia de San Nicolás; las bóvedas tienen unos frescos impresionantes! Si eres más de mirar hacia abajo, subiendo a las Torres de Serranos encontrarás unas vistas magníficas del casco antiguo de la ciudad con El Miguelete como protagonista.
La Ciudad de las Artes y las Ciencias la vimos solo por fuera. Personalmente, me gustan más las zonas antiguas de la ciudad, pero verte rodeada de tanto edificio futurista tiene algo que atrapa. El paseo L'Umbracle, lleno de vegetación, me encantó (sobre todo porque significó un rato de caminar a la sombra después de hora y pico haciéndolo bajo el sol, jajaja) y los kilométricos Jardines del Turia, también. Los recorrimos varias veces paseando hacia la Ciudad de las Artes, y el día de vuelta improvisamos allí un picnic antes de coger el autobús. Son el pulmón de la ciudad... y lo mejor es que su extensión es tan bestial y larguilucha que, estés donde estés, es muy probable que los tengas cerca.
Por último, una tarde nos acercamos a la playa de la Malvarrosa y callejeamos por el Cabañal, el barrio pesquero de Valencia. Ese día no cogí la cámara, pero sí hice alguna foto con el móvil que publiqué en Instagram. En el Cabañal se respira un ambiente muy diferente al del resto de la ciudad, es como si el ritmo de la vida se ralentizara entre edificios bajitos con fachadas de colores. Se ven sillas junto a las puertas y gente de tertulia como si de un pueblecito se tratase. No indagamos mucho por este barrio porque estábamos bastante cansadas de la caminata desde el Carmen hasta la playa, pero es algo que se queda ahí pendiente para la próxima vez que vuelva a Valencia –porque seguro que, tarde o temprano, volveré ❤–.
Antes de despedirme, voy con algunas cuestiones prácticas y datos random aleatorios:
Total, que desde hacía años tenía muchas ganas de conocer Valencia y lo único que me frenaba era la idea equivocada de que estaba muy mal comunicada con Zaragoza. Así que cuando mi hermana me dijo que había encontrado autobuses directos con horarios más que jugosos, no nos lo pensamos dos veces: buscamos un pequeño apartamento y nos marchamos cinco días a descubrir esta maravillosa ciudad mediterránea.
Si algo me gustó especialmente fue, sin duda, callejear por el barrio del Carmen. El arte urbano, las placitas y las tiendas con encanto hacen de esta zona un laberinto precioso en el que perderse. Además, Valencia es una ciudad para disfrutar mirando hacia arriba, tanto por los murales como por las fachadas. Hay edificios grandiosos allá donde mires: en los alrededores del ayuntamiento, en el barrio Ruzafa,... ¡y tampoco olvides echar un buen vistazo hacia arriba si entras a la Iglesia de San Nicolás; las bóvedas tienen unos frescos impresionantes! Si eres más de mirar hacia abajo, subiendo a las Torres de Serranos encontrarás unas vistas magníficas del casco antiguo de la ciudad con El Miguelete como protagonista.
La Ciudad de las Artes y las Ciencias la vimos solo por fuera. Personalmente, me gustan más las zonas antiguas de la ciudad, pero verte rodeada de tanto edificio futurista tiene algo que atrapa. El paseo L'Umbracle, lleno de vegetación, me encantó (sobre todo porque significó un rato de caminar a la sombra después de hora y pico haciéndolo bajo el sol, jajaja) y los kilométricos Jardines del Turia, también. Los recorrimos varias veces paseando hacia la Ciudad de las Artes, y el día de vuelta improvisamos allí un picnic antes de coger el autobús. Son el pulmón de la ciudad... y lo mejor es que su extensión es tan bestial y larguilucha que, estés donde estés, es muy probable que los tengas cerca.
Por último, una tarde nos acercamos a la playa de la Malvarrosa y callejeamos por el Cabañal, el barrio pesquero de Valencia. Ese día no cogí la cámara, pero sí hice alguna foto con el móvil que publiqué en Instagram. En el Cabañal se respira un ambiente muy diferente al del resto de la ciudad, es como si el ritmo de la vida se ralentizara entre edificios bajitos con fachadas de colores. Se ven sillas junto a las puertas y gente de tertulia como si de un pueblecito se tratase. No indagamos mucho por este barrio porque estábamos bastante cansadas de la caminata desde el Carmen hasta la playa, pero es algo que se queda ahí pendiente para la próxima vez que vuelva a Valencia –porque seguro que, tarde o temprano, volveré ❤–.
Antes de despedirme, voy con algunas cuestiones prácticas y datos random aleatorios:
- Me sorprendió (y alegró) que no hubiese demasiada gente. Salvo en alguna callejuela céntrica, era relativamente sencillo mantener la distancia de seguridad y todo el mundo, por lo general, llevaba mascarilla.
- Las distancias en Valencia son largas, aunque no lo parezca. El día que llegamos casi nos da algo paseando desde El Carmen hasta la Malvarrosa, ida y vuelta. La segunda vez que nos acercamos a la playa fuimos caminando y volvimos en autobús (el billete sencillo se puede comprar descargando una app, y por tonto que suene me encantó esa modernez 😂).
- Valencia, a pesar de ser una gran ciudad, está llenita de zonas verdes. Los Jardines del Turia son el parque más grande, pero los Viveros o Jardines del Real también son espectaculares (me gustaron incluso más que los del Turia).
- Como teníamos cocina en el apartamento no comimos fuera, pero sí merendamos rico. En "Dulce de leche" (una cafetería mega cuqui en el barrio Ruzafa –creo que archiconocida por todo valenciano–) me comí el croissant relleno de chocolate más delicioso que he probado en la vida. Volver a Valencia merecerá la pena aunque solo sea por repetir tal experiencia sensorial, jajaja.
¡Buen fin de semana!
10 comentarios
Que escapada tan guay. Todavía no conozco Valencia y que ganas le tengo.
ResponderEliminarMe han encantado todas tus fotos y lo que nos cuentas.
Que suerte que hayas encontrado ese gato negro ❤
Un beso,
Pepa
Es una ciudad preciosa, ¡espero que puedas conocerla pronto! <3
EliminarPero criatura, ¿cómo te marcas una caminata desde El Carmen a la Malvarrosa en pleno agosto?, ¡jajaja! Y ya veo que has conocido la casa de los gatos, la primera vez que me crucé con ella me pilló de sorpresa porque ni sabía que eso existía.
ResponderEliminarA la próxima visita indaga más en el Cabanyal, que tiene unas casitas preciosas. Siempre hay que dejarse algo por ver para volver ;)
¡Un abrazo!
¡Anduvimos un montón porque no era consciente de que la ciudad era TAN grande! La próxima vez que vaya me quedaré cerca de la playa y así exploraré más esa zona y el Cabanyal *-*
Eliminar¡Un besote Mar!
Me encanta Valencia, yo he estado dos veces y, sobre todo la primera, me sorprendió mucho. La verdad es que a pesar de haber sido un un verano raro podemos estar agredidos de haber conocido un poco más nuestro país, que la verdad es que no tiene que envidiar a ningún otro.
ResponderEliminarUn beso!
Pues sí, tenemos la suerte de tener lugares preciosos prácticamente a la vuelta de la esquina ^^ ¡Un besazo Leyre!
EliminarHola guapa! Este año hemos reinventado las vacaciones, yo que soy como tu de planear con antelación improvisé un viaje que disfruté más que nunca. Me encantan las fotazas que nos enseñas, algunas las he visto en Instagram pero así "en grande" se aprecian mejor los detalles y me chiflan (la última es una cucada :D) Yo estuve en Febrero en Valencia pero solo un finde, tengo ganas de volver y descubrir más rincones de la ciudad! Los Jardines del Turia me enamoraron por cierto.
ResponderEliminarMe alegro de que disfrutarais de ese viajecito, la verdad es que Valencia es preciosa. Un besazo!
¡Me alegro de que te haya gustado el post, Kat! Los Jardines del Turia son una pasada, me encantaría volver a Valencia algún otoño porque seguro que en esa época son todavía más preciosos ^^
Eliminar¡Un besazo!
¡Que bonita Valencia! Es un lugar que me gustaría visitar, y las fotos te han quedado estupendas. Que bien que pudieras salir unos días y cambiar de aires, aunque sea un verano raro, hay que aprovecharlo cuando nos deja
ResponderEliminarBesos!
Es una ciudad muy fotogénica y preciosa para callejear, ¡ojalá puedas ir pronto! ^^
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