Veinte de marzo. Casi tres meses de telarañas en este rincón de los mundos virtuales.
A finales del año pasado caí en una espiral de “obligaciones autoimpuestas”. Tenía que escribir en el blog, publicar contenido en redes sociales, mandar la newsletter sin falta cada último de mes,… y al final me quemé. Las horas que tiene un día no son elásticas y es importante establecer prioridades y dejar espacio a la improvisación; cosa que me cuesta horrores.
Lo que quiero hacer con mi tiempo hoy no es lo mismo que lo que quería hacer un año atrás. Sin ser apenas consciente, el blog y mi cuenta de Instagram han pasado a un segundo plano. Sigo haciendo fotos, pintando y creando, pero, sencillamente, no me apetece compartirlo todo.
Entornar estas puertas (no me atrevo a dar portazo) me ha permitido abrir otras que conducen a habitaciones con las que estoy más en sintonía. Y precisamente este post viene a cuento de lo que encontré al abrir una nueva puerta y caer por ella cual Alicia en el País de las Maravillas: me topé de bruces con una habitación propia para mis lecturas.
Mi pasión por los libros y mis inmensas ganas de escribir sobre ellos de forma ordenada (y no a retazos repartidos de cualquier manera entre el blog, las redes sociales y la newsletter) me motivaron a abrir, sin pensarlo demasiado, una cuenta de Instagram lecturil –sí, eso que llaman bookstagram–… y ahora mismo estoy canalizando hacia allí gran parte de mi energía, tiempo libre y dedicación.
Es una habitación pequeña que estoy decorando con tranquilidad y mucho mimo. El sofá es muy blandito, rosa pastel, y los libros de colores ya empiezan a llenar las estanterías. Huele a bizcocho recién horneado. Prepárate un té o un café y empuja la puerta, está abierta. Te doy la bienvenida a este espacio lleno de letras.
Me despido sin saber cuándo volveré. No tener una fecha fija en el calendario me da cierta paz mental. Poco a poco estoy aprendiendo a dejar huecos en mi agenda, no sobreplanificar ni estructurar todo tanto y dejarme volar más por la vida en vez de intentar controlarla a cada paso. Ahora mismo, con la cabeza llena de libros y de pájaros de acuarela, siento que estoy donde necesito estar.
Espero que tú tengas la misma sensación y estés llenando tu tiempo con cosas que te hacen cosquillas e ilusión.